En todo caso, la visión más llamativa es sin duda la que
pude contemplar desde la retaguardia; allí, en la última fila, donde nadie
pregunta y los intérpretes participan con cuentagotas en los instantes más
solemnes, se me antoja que hasta cruciales.
Asegurada la partitura con las pinzas de la suerte, el
artista en cuestión tomó el instrumento de trabajo y preparó su entrada
triunfal. Ésta llegó a la señal del director de banda cuando el tema musical
llevaba algo más de dos minutos de marcha, si bien la espera valió la pena y la
respuesta fue acorde al espacio reservado para su actuación estelar. La última
fila es el lugar donde perecen los cobardes pero también donde triunfan los
solitarios: doy fe de que éste ganó a todos por las manos, palos forrados
incluidos.