De entre la clientela del centro
comercial hallé plenamente realizada en su papel a esta dama anónima. Claramente ella llegó
para consumir, como provoca la sibilina publicidad y asimismo concede tantas veces el ansia por
desahogarse de no sé sabe qué tristeza o incomprensión universal; una vez satisfecha, trató de volver al mundo común y, consumida, quedó atrapada entre
la realidad y la ficción, en una toma congelada en el tiempo. Problablemente allí seguirá. Ahí es la vida.
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